Hablemos de maternidad ¿Por qué el costo de ser mamá es tan alto?

Género

Reflexión
Hagamos un ejercicio: piensa en el concepto de lo que significa ser una “buena madre” ¿Qué elementos vienen a tu cabeza? Posiblemente vengan características positivas como “cuidado”, “amor”, “paciencia”, “amabilidad”, “entrega”, etc.

Suena lindo ¿cierto?
El problema empieza cuando estos conceptos lejos de ser una opción elegida desde la libertad se vuelven una obligación, dejando de lado la parte humana de las mujeres que deciden (o no) ser madres.


Antecedentes
Históricamente la maternidad ha sido sinónimo de “sacrificio”, piensa en nuestro máximo referente de maternidad: La Virgen María, una mujer a la que se le asignó (sin preguntarle) la inmensa tarea de engendrar al mesías (porque automáticamente se piensa que ser madre es una bendición), María atravesó un embarazo sin siquiera haber tenido relaciones sexuales, se enfrentó al posible rechazo de José, tuvo un parto en condiciones inhumamas y vivó en sufrimiento la vida y muerte de su hijo (entre otras cosas). Esto en vez de quedarse como lo que es: una historia bíblica, se convirtió socialmente en un “deber ser”, es decir, entre más luchemos por parecernos a ella, más aceptable será nuestro rol, sin embargo, perseguir cumplir este rol constantemente es sumamente cansado, desgastante, agotador y puede traer repercusiones negativas a nivel físico y mental.

En la actualidad
Las labores maternas muchas veces sostienen el capital, la sociedad funciona porque hay mujeres dedicándose al ámbito privado, doméstico, partiéndose en mil pedacitos para sostener a la familia, su
matrimonio y a veces hasta su trabajo. Cada día se vuelve más pesado intentar ser una “buena madre” y a veces el costo que pagamos por elegir salirnos del rol es demasiado, ¿qué pasa cuando una mujer que es madre pone como prioridad sus necesidades? ¿Qué pasa cuando una mujer que es mamá se llega a quejar del trabajo que conlleva la crianza? La familia, la pareja y la sociedad se le vienen encima.
La maternidad no debería ser tan pesada y compleja, no debería ser sinónimo de sufrimiento, sacrificio y explotación, tampoco debería ser una obligación para todas las mujeres, la maternidad como todo proceso humano debería ser deseada y ejercida desde la libertad, tomando en cuenta las necesidades emocionales, sociales y físicas de las mujeres.
¿Acaso podemos aspirar a ser una sociedad horizontal donde las labores domésticas, de cuidado y de crianza no sean exclusivas de las mujeres?

¿Qué podemos hacer como sociedad?
Hay algunos ejercicios que pueden ayudar a tener vínculos más sanos y funcionales tanto para las mujeres que ejercen la maternidad como para las parejas e hij@s.

Asumir nuestra humanidad
A veces pensamos que cuando una mujer se convierte en mamá deja de ser mujer, deja de sentir cansancio, nada le duele, como si automáticamente se convirtiera en una especie de robot superhéroe y la realidad es que no, descansar es importante.

Cuidar nuestra salud mental
La maternidad y la crianza pueden convertirse en un espejo que revela heridas de nuestra historia de vida, es normal, solo hazle caso a tu malestar emocional y cuídalo, tomar terapia o ir al psiquiatra, son
formas de autocuidado.

Formar tribu
Apóyate de otras mujeres que sean o no madres, formar tribu ayuda a transitar de una forma más sostenible la complejidad de la maternidad, tener espacios donde puedas pedir ayuda, desahogarte o distraerte ayuda mucho.

Recordemos que estás acciones se vuelven casi imposibles sin un sistema de apoyo, por lo tanto, si eres pareja de una mujer que es mamá te recomendamos lo siguiente:

Asumir nuestras responsabilidades
Tanto de manera doméstica como de crianza, muchas veces nos vemos beneficiados de que alguien más haga las cosas, pero esto es a costa del cansancio de tu pareja, sé empático e identifica tus privilegios.

Cuestionar los roles de género
Pensamos que por el hecho de ser hombres o mujeres tenemos implícitas formas de actuar, esto es falso, todos y todas podemos aprender y/o resignificar nuestra forma de ser.

Trabajar en nuestra responsabilidad afectiva
De igual forma, el cómo llevamos nuestra relación sexo-afectiva influye en nuestra salud mental y a su vez en como llevamos nuestra paternidad/maternidad, la terapia es una buena herramienta para trabajar de forma personal.


Y si eres hijo o hija, también hay cosas que podemos hacer para intentar generar un cambio en nuestras dinámicas familiares:

Si ya somos personas adultas, hay que actuar como tal. Esperar a que mamá nos resuelva cuando ya
somos adultos es una forma de explotación, esto puede ir desde un sencillo “darme de comer” o “lavarme la ropa” hasta esperar a que me resuelva problemas económicos o de pareja.

Romper patrones
Como hijas e hijos nos es posible a veces mirar los patrones generacionales que no son funcionales, hacernos cargo de ellos nos ayuda a cuestionar e integrar nuevas formas de vida hacia con nosotros y nuestra construcción de nuestra dinámica familiar, la terapia en este punto también puede ser una buena opción.

Mirar a nuestra mamá como persona

Se parece al primer punto, sin embargo, como hijos e hijas es importante que hagamos este ejercicio, muchas veces juzgamos a nuestra mamá con esta vara altísima olvidándonos de que no solo es nuestra mamá, también es una mujer con una historia de vida y heridas que está haciendo lo que puede con lo que tiene, así como nosotr@s, esto no es justificación para la violencia, sin embargo puede ayudarnos a
sanar la relación materna.
¿Tú qué piensas

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