La oportunidad en la contingencia

Bienestar

Lo que nos está pasando con respecto al COVID-19 puede llevarnos a reflexionar sobre situaciones de la vida cotidiana, ésta por ser, como decía Agnes Heller, una reproducción constante del día a día hace que a muchas cosas les perdamos de vista y quedan fuera de nuestra acción y atención consciente.

El hecho de estar aislados, o si no lo estamos la simple sensación de que hay algo más grande o algo que se sale de nuestra ilusión de control que rompe esa cotidianidad. Algo acerca de esto lo esbozó Pichón Riviere, en un artículo en el que hablaba de la psicología en desastres naturales, él observó que el miedo es la primera expresión que socialmente aparece, y que ésta nos lleva a tener comportamientos regresivos como el pensamiento mágico (que no nos conecta con la realidad de las cosas, o con nuestro sentido común), también el miedo nos lleva a desplazar hacia los demás responsabilidades propias o a proyectar necesidades personales en otros. Posteriormente, aunque exista información la proyección del miedo deviene en negación, en toda clase de ideas paranoides, aislamiento e inmovilización que nos lleva a no mirar el posible cambio o mejora inherente en toda crisis. 

A pesar de todo lo que puede conllevar, el inicio de todo es el miedo. Aunque esta emoción al final es una respuesta fisiológica, los humanos pasamos por diversos filtros del pensamiento y complejizamos la emoción cuando le vestimos de un montón de capas. Así el miedo no es sólo un intento de evitar el daño, se puede registrar como una reacción hacia perder lo que se cree que se tiene, es decir, nos hace mirar nuestra debilidad ante los apegos que tenemos; mirar nuestra sombra.

La sombra que cada uno tiene es posiblemente lo que menos aceptemos de nosotros, el miedo entonces tiene esa condición que permite enviarnos a tocar con esa parte más profunda de nosotros mismos, e incluso nos encierra en un narcicismo que no nos permite contactar con la verdadera naturaleza de lo que está sucediendo, de ese modo, incluso perdemos el sentido común y contactamos con el pánico y esa sensación de morirnos. ¿Y quién quiere morir?, posiblemente este sea el miedo más primigenio que tenemos.

Si bien la muerte en lo simbólico es algo que nos aterra, la creatividad nos lleva a la vida, la creación es gozo. En estos momentos si te puedes permitir la pausa que exige la epidemia, intenta explorar los potenciales que tienes, ayudará a no desesperar.

Martín-Baró hablaba de lo importante que es mirar a la crisis como algo no negativo, existe la esperanza de que es una oportunidad para repensar-nos, un espacio en el que podemos crecer si en vez de abstraernos, se contacta; si en vez de perder piso frente al miedo, nos metemos en el goce; si en vez de paralizarnos, nos movemos. Si es la oportunidad de conectar con tu familia, de cambiar la manera como te vinculas con las y los otros, si es posible perderse en el afecto y los cuidados, es un buen momento, habrá que aprovecharlo.

2 Comments

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